LEONOR SOLANS Y LA INFANCIA CORONADA.
Leonor Solans (Sevilla, 1980) es una de las pintoras más dotadas y singulares del actual realismo español. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Granada, la artista cuenta, en su imparable y ascendente carrera, con un amplio elenco de exposiciones nacionales e internacionales, al igual que un palmarés de premios y menciones honoríficas que no ha parado de crecer. Uno de esos laureles, el correspondiente a la Fundación Caja Rural de Asturias1 , dentro del LIII Certamen Nacional de Arte de Luarca, celebrado en 2022 y auspiciado por el Ayuntamiento de Valdés, ha permitido a esta creadora la presentación en Asturias de su última serie: Coronación.
En esta exposición individual, la hacedora andaluza continúa con la exploración del universo que más fascinación le ha producido y al que ha consagrado la mayor parte de sus trabajos: la alegoría filosófico-literaria, en la que el uso del retrato simbólico, preferentemente femíneo, en sus respectivas naturalezas infantil y pubescente, resulta recurrente y esencial2 .
Lo primero que singulariza a esta artista -que reside y trabaja en Granada-, es la preocupación por la calidad material de sus obras. Frente a la tónica dominante en la actual cultura visual, la pintora aprecia mucho la excelencia física de sus lienzos de lino, la corrección de sus bastidores de pino de Soria y la finura de sus pigmentos y barnices, medios que, bajo condiciones óptimas, facilitarán la permanencia de las piezas en el tiempo. Ni que decir tiene que no hay en estas valoraciones asomo de vanidad, sino un deseo, hondamente humanístico, de que el antiguo y sentenciado arte de Apeles, siga haciendo memoria, decenio tras decenio, generación tras generación, y contribuya a un mejor conocimiento del ser humano y del mundo.
La artista dedica los mismos desvelos a la producción material de la obra gráfica, muy solvente, a través de grabados al aguafuerte sobre matrices de hierro, zinc y cobre.
Así, Coronación ha surgido como una serie bifronte, con un ramal pictórico y otro gráfico, ambos incubados con el auxilio de un vasto archivo fotográfico. De un lado, las pinturas han sido creadas alla prima, en razón de una consumada factura en la que el óleo, trabajado con una fluidez y seguridad extraordinarias, permite alcanzar imágenes de extrema belleza. De otro lado, la mayor parte de las estampas han sido elaboradas con ponderadas delicadeza y capacidad, mediante la mordida del ácido nítrico, aunque algunos ejemplares proceden de la acción del cloruro de hierro.
El sector pictórico de la colección acopia mayoritariamente retratos individuales de niñas en encuadres de busto, ora frontales, ora dorsales, ante fondos de paisaje. Las figuras portan en sus cabezas sendas coronas fitomórficas, elementos que constituyen el motivo conductor de la serie. No obstante, algunas obras acogen variaciones. Son los casos de Río II, en donde la corona de tipo arbóreo, deviene metáfora; Hermanas, enigmática composición dual; Coronación, pieza en la que unos antebrazos y unas manos surgen de los laterales del campo pictórico para encuadrar y coronar a una expectante y turbada chiquilla, y finalmente, Niñas en éxtasis, representaciones muy expresivas de rostros infantiles, cuyos primeros planos enfatizan la intensidad emocional. Asociada a la obra de mayores dimensiones de este grupo, se encuentra Corona, pieza apaisada de 97 x 292 cm, en clave de naturaleza muerta, que presenta un levitante y misterioso aro de laurel, rosas blancas y madreselva. Esta pintura, evocadora del patio de la casa andaluza en donde creció la artista, funciona como un conmovedor epítome de todo el ciclo.
El repertorio de obra gráfica, que cuenta con un subgrupo titulado Peones coronados, reúne retratos individuales de niñas y niños desnudos, tocados con exuberantes coronas florales. Estos aguafuertes, investidos de lirismo, exhalan un nostálgico eco de las gráficas decimonónicas, especialmente modernistas, con deliciosas resonancias de dibujantes como Francis Donkin Bedford y Arthur Rackham.
La serie que ahora nos ocupa tiene como antecedente un carboncillo de la autora, de hacia 2011, en el que vemos a una joven amazona coronada. En esa imagen encontramos latentes los topoi que la artista ha desarrollado al presente: mundos inocentes, cándidos e idílicos, transidos de misterio, incertidumbre y riesgo.
En este marco, tan cercano a Balthus, las coronas -elementos que arrastran un complejo simbolismo en la historia del arte- funcionan como un signo de transformación vital. Son, desde mi punto de vista, el atributo que señala el acceso a un nuevo estado de autognosis. En algunos casos, como dejan patente ciertas creaciones, ese conocimiento podría ser la vía hacia experiencias sublimes de superación o iluminación.
En apoyo de esta tesis, los Peones coronados aluden al cambio que los mentados trebejos experimentan en el juego del ajedrez cuando alcanzan la última fila del tablero y adquieren una nueva naturaleza, generalmente la de dama o reina. Esta idea, de enorme fuerza inspiradora, parte de la huella que Modest Solans Mur3, estudioso del ajedrez y padre de la artista, ha dejado en la vida y obra de esta.
En conclusión, Coronación pone de manifiesto la destreza de Leonor Solans para transformar imágenes cotidianas y reconocibles en inolvidables escenas de ensueño y extrañamiento. En este lance, como acontece pocas veces, la artista es capaz de alumbrar interpretaciones alegóricas del ser humano a partir de la rica tradición del retrato, haciendo posible una y otra vez el pensamiento en la pintura y la pintura en el pensamiento.
José Antonio Calderón "LEONOR SOLANS"
SALA BORRÓN. Oviedo
Horario:
Lunes a viernes, de 11:00 a 14:00h. y de 17:00 a 21:00h .
DÍAS LABORABLES.